Crónica
Viajar a Grecia supone casi siempre una aventura. No tanto porque vayan a producirse sucesos azarosos e impredecibles, sino porque la idiosincrasia del pequeño país proporcionará al viajero curioso emociones y sentimientos encontrados. Tanto positiva como negativamente. Proust decía que viajar no es tanto conocer nuevas cosas como cambiar nuestra mirada. Si eso es así, durante y después de cada viaje nuestra manera de concebir el mundo sufrirá algún tipo de transformación. Esto, por otra parte, suele ocurrir cuando se camina con los ojos bien abiertos y con el ánimo dispuesto a dejarse sorprender y encantar.
La ventaja que tiene enfrentarse a plasmar en una crónica lo que ha sido este recorrido por Macedonia (y Tracia) estriba en que la SEEC proporciona un dossier muy completo y unos sabios acompañantes que informan al participante en la expedición de casi todo lo que necesita saber, ya antes de iniciar el camino. Los sabios acompañantes, además, añaden y complementan los datos cuando se les interroga al respecto. De este modo, todos vamos acumulando conocimientos, así que el cronista queda liberado de relatar minuciosamente lo que se hizo o visitó en cada momento. Creo yo. En consecuencia, conviene no incidir en lo que los viajeros ya conocen, ya vieron y fotografiaron, ya juzgaron y valoraron. Sentada esta premisa, se plantea una catarata de interrogantes: ¿qué queda por narrar?, ¿qué registro es oportuno adoptar?, ¿qué se puede aportar?, ¿se debe aportar algo?, ¿qué es mejor omitir? (...)